
En el aeropuerto de Roma, donde hicimos la primera escala al volver de Marruecos, nos pedimos unas pizzas y una birras para matar el hambre (la comida del avión, aunque gratis, había sido horrible). El dinero escaseaba y nos tuvimos que pedir una cervecilla pequeña cada uno. Al ir a recogerla (se pagaba en un sitio y te la daban en otro) el encargado nos preguntó mirando el recibo: "
Pequeñas, ¿no?". Ante la vista de los enanos vasos de plástico, yo bromeé: "
No, hemos pedido las jarras gigantes estas". El simpático italiano no lo dudó y nos sirvió dos jarrazas de 40 cl a cada uno (pese a que le avisamos de que era una broma).
¡Viva Italia! La birra en si estaba bien, pero nos supo a gloria al ser (casi) gratis.